sábado, 14 de abril de 2018

Diez años... ¿y qué más?

Feliz no-cumpleaños, como canta el sombrerero loco en Alicia en el país de las maravillas. Así fue el pasado 2 de abril, tu fecha de cumpleaños. Todos nos mandaban mensajitos, pero no de felicidades, sino de recuerdos y cariño..Porque este  año, como desde hace diez, esa fecha ya no es tu cumpleaños porque… no cumples años.
En realidad, papá, no sé qué escribir. Quiero escribir algo, para sentirte un poquito más en este día, también señalado (aunque si no escribo te quiero o te echo de menos, te quiero y te echo de menos igual). Pienso que tampoco tengo nada nuevo que aportar. Por lo menos no nada en cuanto a mis sentimientos por ti, por eso llevo sin escribir más de un año. Te quiero, te echo de menos. ¿.... Qué más? 
Hoy, hace 10 años dejaste de respirar.
Yo lo vi.
Tenías tu bigote intacto y los ojos abiertos. Pero por primera vez, no nos veías.

Supongo. Yo te vi, te observaba. Incapaz, inútil, nada podía yo hacer por ti, cuando tú habías hecho todo por mi. Yo te vi. Tumbado, inspirando y exhalando, cada vez más fuerte y cada vez más espaciado. Hasta que ya no.
¿Dónde fuiste? ¿Qué fuiste? ¿En qué te convertiste?
No pretendo que este escrito sea triste, ni nada así, solamente estoy escribiendo lo que se me viene a la cabeza. Por ejemplo, que desde hace diez años no tengo padre. Bueno, sí tengo. Tú eres mi padre y siempre lo serás, es la maravilla de la vida. Que una persona, aún privada de ella (la vida) puede seguir siendo quien fue.
Pero en fin… sí, tengo padre. Pero no te tengo, papá.
Que te quiero no hace falta decirlo. Basta con llegar hasta el fondo de mi corazón o a la superficie de mi piel.
Que te echo de menos… tampoco. Porque es un sentimiento sólo mío. Y no cambia que no estés.
Que te estoy agradecida, quizá merezca más la pena. Por lo que pueda aportar, ya que GENEROSIDAD siempre fue mayúscula en tu definición, misión y actuación.
Gracias Papá,
  • Por quererme incondicionalmente.
  • Por querer igualmente a mamá, a tu madre, a tus hermanos, cuñados y sobrinos.
  • Por juntarnos, y convertirte sin quererlo en el centro de cada reunión.
  • Por enseñar haciendo.
  • Por darme siempre un beso de buenos días y buenas noches.
  • Por no presionarme con mi timidez.
  • Por admirar y potenciar desde pequeña las cualidades que ni siquiera sabía que tenía.
  • Por pedirme elegir tu corbata cada mañana.
  • Por resignarte cuando tuve aquella mala racha de adolescente.
  • Por alardear de mi a tus compañeros.
  • Por ser el mejor jefe y compañero de tu equipo, porque así puedo alardear yo de ti.
  • Por no regañarme cuando hacía algo mal, sino explicarme mi error con calma.
  • Por llamarme TODOS los días, los días que no estábamos juntos.
  • Por atender todas mis llamadas, aún cuando estabas en una reunión, o cuando la diferencia horaria era una locura.
  • Por hacer reír a mamá.
  • Por hacer reír a la abuela.
  • Por reírte conmigo y pillar mis chistes tontos, improvisados.
  • Por hablarme con la mirada, y entenderme aunque no dijera nada.
  • Por tu nudo de la servilleta.
  • Por dejarme dormir un poco más los sábados, pero despertarme a tiempo para no perderme nada.
  • Por hacerme soñar, y por incentivar, impulsar y subvencionar mis sueños.
  • Por repetirme que no contestara así a mamá.
  • Por darme todos los caprichos.
  • Por luchar por mi, y por todos.
  • Por levantarme las cejas para que no pusiera los codos en la mesa.
  • Por ser admirable, un ejemplo, una guía.
  • Por pasarme a la abuela cada vez que hablábais.
  • Por hacer que parezca fácil ser tan bueno, rápido, fino, inteligente… es todo un reto.
  • Por tratar las dificultades (que muchas hemos pasado) con naturalidad.
  • Por enfrenarte a los problemas, por resolverlos.
  • Por pillar todos mis mensajes cifrados.
  • Por reírte de todo, de todos y de ti.
  • Por contarme que, mientras te hacían aquellas primeras pruebas, metiéndote en ese tubo, aislado y sin poder moverte, lo único en lo que pensabas era en mamá y en mi.
  • Por darme libertad
  • Por tus gestos, tan tuyos
  • Por no decirme que NO a nada, excepto a darme por vencida con aquél trabajo de acciones bursátiles… 

    (No sé, este punto lo he tenido que pensar mucho, porque nunca me dijiste que no a nada, también porque con mamá, me enseñaste bien a saber qué pedir, qué querer… Pero es cierto, una vez, y ya en tus últimos días conscientes, además.  Yo malabareaba los estudios de la carrera con tu vida, y me dijiste que no me diera por vencida con aquél trabajo odioso de la clase de economía. Al final obtuve el premio de Matricula de Honor, pero no tuve el Honor de verte verme recogerlo)
  • Por ser tú mismo quien nos animaba a los demás a pesar de los últimos malos resultados.
  • Por ser más chulo que un ocho.
  • Por disimular, aunque seguramente sabías todo lo que iba a pasar.
  • Por cantar.
  • Por cantar con nosotros. 
  • Por hacerme sentir que me notabas a tu lado, aún sedado.
  • Por no despegarte de mi, de mi vida,de mis pensamientos, de mi corazón, de mis ideas y mis decisiones.
  • Por siempre estar, por imposible que parezca a quien no te conoció, DE BUEN HUMOR. Para mi, es lo más increíble.
  • Por los coquíes, los huracanes, las piñas coladas, las noches de piscina, el Viejo San Juan, este-guau, los rodizios, los paseos por Paulista, los copos d'agua, las tormentas, Vicente sem bigode, los zapallos, la garúa, los temblores, el tráfico de la Javier Prado y las vistas de la Costanera, Madrid en Navidad, Bienservida siempre... yo qué sé... todas esas cosas que ya tú sabes.
  • Por hacerme la única persona en el mundo que te puede llamar Papá.
GRACIAS, PAPÁ, por dejarnos despedirnos de ti.

Hace diez años, hoy, dejaste de respirar. Mamá por un lado te abrazaba y de decía que te dejaras ir, que íbamos a seguir unidos y a estar bien. Por otro lado, yo te abrazaba, el mundo se acababa y mis labios decían "Papi, te quiero", mientras te daba un beso en la frente. Hace diez años, así, dejaste de respirar.

No sé, Papá.
Te quiero, y te echo de menos… ¿Qué más?

domingo, 2 de abril de 2017

¡...Y siempre lo serán! ♫ ¡Y siempre lo serán!


Ayer celebramos mis 30 por adelantado y los 33 de Chu con retraso. Soplamos velas que ponían 3·0·3. “Ni Elrond tiene tantos años”, comentó Matmut. Los Albus se partieron de risa con el chiste. Patput entonaba que éramos unos chicos excelentes y que siempre lo seríamos. Y esperamos que podamos juntarnos así muchas más veces, por suerte esta vez también pudo acompañarnos Maruti.

Te estarás preguntando qué hacía yo soplando velas en la víspera de tu cumpleaños, qué clase de nombres son esos y… quiénes son todos esos.

Para responder a tu primera pregunta, como tú, soy mucho de celebrar con cualquier excusa y además hacerlo de forma que podamos reunirnos cuantos más mejor. Lo de los motes… ya sabes que somos muy de bautizar. Y lo otro, ahora te cuento.

Todo ha cambiado mucho desde que no estás. Bueno, algunas cosas siguen su orden natural: nos hemos metido en varios líos de los buenos, de vez en cuando nos subimos a un avión para no perder la costumbre, la cocina sigue siendo la habitación preferida de todos, hemos hecho un par de mudanzas, a la abuela y a mí nos da la risa hablando por teléfono y al final tenemos que colgar. Esas cosas.

Pero desde que faltas la familia ha crecido. Estarías feliz de conocerles, quererles, mimarles como hacías con todos. ¿Sabes que eres tío-abuelo X3? Times three, oh yeah. Ya les llamaré yo cada cumpleaños de tu parte.

Pues lo que te iba contando (que a veces me enrollo como las Delgado).

Chu es corto para chúper-guapo, y sí, el mote es una de mis tontunas pero es la persona a la que he decidido querer para siempre, como tú a mamá y ella a ti. Y vienen con él las últimas aportaciones a la familia, que por cierto, formalizamos el próximo 9 de septiembre. No te había dicho nada porque sé que estarás liado, pero bueno.

El caso es que la familia crece, y me encanta ver cómo crece también alrededor de nosotros dos.


Siento muchísimo que te estés perdiendo todo esto, porque serías el más disfrutón. Siento que no les hayas conocido y que no te hayan conocido a ti.

Sé que probablemente la vida contigo no habría sido diferente, quizá sí… pero siempre habría sido mejor. Así que en cualquier silencio y sobre todo barullo, en tranquila soledad o así de bien acompañada, aposta o sin querer, sin ningún motivo y con todas las razones, siempre te tengo ahí. Haciéndome mejor. Haciéndonos mejores. Unos chicos excelentes...

Valeu, Pai. Parabéns. Até máis.

sábado, 23 de julio de 2016

Un gran tiburón blanco

Como si el calor del Caribe no fuera suficiente pegado a mi piel. Recuerdo meterme en el laundry room y sentir el calor asfixiante que hacía dentro del pequeño cuarto de lavandería. Allí se sumaba a la temperatura la humedad que desprendía la secadora. La ropa se pegaba al cuerpo, y sólo las baldosas blancas y frías me daban un respiro.

En aquél cuartito, con salida al caminito de la terraza, guardábamos la ropa de baño. Aún puedo evocar el ruido repetitivo de golpes de tambor de la lavadora… Que anunciaba un bañito en la piscina.

Entraba allí y me dirigía a la puerta de salida al patio, con ventana y mosquitera protegiéndola. Buscaba a tientas el torniquete de las tormenteras y, mientras se iban abriendo, iban dejando entrar aire, sol y más calor. Me echaba un poco de crema en la cara apresuradamente, lo suficiente para poder contestar “Que siiiiiiii” si preguntaba mamá.

Me desnudaba deprisa y me ponía mi bañador gris con lunares blancos, intentando atinar brazos y piernas para meterlos por el cachulete. Cuando lo conseguía buscaba en el suelo con la punta del pie, y me encajaba mis chanclas de gomaespuma verdes, de aquellas de tira y velcro.

Entonces giraba el pomo metálico que chirriaba, abría y cerraba la puerta detrás de mi, dejando dentro y ahora más lejanos los golpes de tambor. Al salir alguna lagartija saltaba huyendo de mi. Eusebia, Pepita… ¿Cómo le puse de nombre a la otra? En fin, bajaba tan contenta los tres escalones hasta el caminito y gritaba, “¡Papi, ya estoy ready!”

“¡Voy, nena!” Y mientras papá se cambiaba yo iba corriendo y medio saltando por las piedras del caminito, deteniéndome como siempre en esa que tenía forma de península ibérica. Llegaba hasta la verja blanca y quitaba el palo amarillo de palmera que sujetaba el cierre. Tiraba del portón derecho y entraba al jardín trasero con la piscina, el agua quieta y silenciosa.

Las ganas de zambullirme y la emoción de tirarme de cabeza otra vez, ahora que ya había aprendido, casi siempre se veían frustradas y me veía obligada a parar mi carrera en seco al darme cuenta de que probablemente en el fondo de la piscina había un gran tiburón blanco deseando comerme.

Mejor esperar a papá.

Pasaba entonces al final del jardín y prendía los motores del jacuzzi, la cascada y los chorritos de agua que enseguida adornaban, con su caída y con su chapoteo, la pared de cantos rodados de la piscina.

En esto llegaba papá, con dos gusanos flotantes – de esos de corcho o poliloquesea- y, con uno bajo cada brazo se lanzaba de bomba. “¡Aaah, pero papi, espérame!”

“¡Corre, sálvame!” Entonces, salía corriendo pero antes de tirarme calculaba bien que caería dentro del radio seguro, la burbuja eternamente protectora de papá. Y así ya sí, me lanzaba a salvarle.

“Ven, papi, ponte así”. Le hacía tumbarse con un gusano bajo los pies y otro sujetándole la cabeza, flotando así boca arriba. “Te he construido una balsa y ahora te llevo”. Y suavemente le empujaba, paseándole por toda la piscina, ahora territorio seguro. Papá se relajaba con los ojos cerrados, escuchando el aplauso de las hojas de palma que chocaban unas con otras por la brisa, al lado de su nena, fresquito en el agua, y oyendo cada vez más cerca los chorros de agua que de pronto le acariciaban las plantas de los pies. “¡Ay, que me haces cosquillas!” Qué risa.

Luego llegaba mamá. Habría conectado ya la radio en la habitación para poder escucharla en el jardín a través de la ventana. Sonaba salsa, merengue, algún bolero. A veces no quería que le mojáramos el pelo, así que se metía en el jacuzzi o se quedaba tomando un aperitivo en el borde de la piscina, mientras hablaba y se reía con nosotros. Casi siempre ponía manís, de las latas de Mr. Peanut, y patatas. Uhhm, patatas. Yo no quería salirme y mucho menos esperar a secarme, así que comía muchas patatas fritas mojadas.

Pero daba igual. Enseguida daba una voltereta bajo el agua y me impulsaba contra la pared para volver al centro de la piscina con papá. Allí me esperaba para jugar al baloncesto con la canasta inflable, a los caballitos, a lanzarnos la pelota de playa del BBV, o para flotar boca arriba con los ojos cerrados.

No me preocupaba. Porque estando con papá, teniéndole a mi lado, nada malo podía pasar. Yo me lanzaría por él… Pero él me salvaría, entonces y siempre, de cualquier gran tiburón blanco. Incluso de aquellos que sólo existen en mi imaginación.


jueves, 14 de abril de 2016

No sé qué título poner

Todos esperábamos que pasara algo.

Durante horas me sentaba en la banquetilla que pusimos entre tu cama y la pared. Metía mi mano a través de los barrotes de color blanco hospital y alcanzaba tu mano. Tú ya no apretabas la mía, pero yo seguía sujetando la tuya haciéndote caricias, esperando que movieras un dedo, que despertaras, que de repente dijeras cualquier cosa.

Pero hacía días que ya no me acariciabas tú a mi, ya no me contestabas, no me mirabas.

Todos esperábamos que pasara algo, hasta que el médico dijo que ya no iba a pasar nada.

Entonces entramos mamá y yo. Tus mujeres, como decías orgulloso. Nos pusimos cada una a un lado de tu cama y te dimos la mano.

Nene, Vicente. Estamos aquí la nena y yo.

Tus párpados estaban entreabiertos pero tus ojos no veían. ¿Nos oías?

Queremos que sepas que vamos a estar bien. Que te queremos y te vamos a echar muchísimo de menos pero vamos a estar bien. No te preocupes por nosotras.

Tus labios un poco secos.

Nos queremos todos, y vamos a seguir queriéndonos, estando juntos y unidos.

Tu flequillo para el lado y hacia atrás, como siempre.

Dale un beso a Papi.

Tu frente húmeda.

Te quiero, Papi.

Tu respiración cada vez más espaciada.

Déjate ir, cariño. No sufras, déjate ir.

Tus manos frías por primera vez.

Nena, se nos va.

Tus dedos morados, y cada vez más.

¿Cómo se despide uno para siempre?

Tus ojos entreabiertos, tus labios… tu flequillo. Papá. Tu bigote perfecto. Pero tu respiración cada vez más espaciada, tu cuerpo enfriándose tan rápido, tus dedos en los míos tornándose azulados… te ibas.

Salí a buscar a la abuela, que de repente sabía correr. Recuperé mi sitio a tu lado, y la abuela decía Hijo mío mientras te acariciaba la cara. Empezaron a llegar todos corriendo, gritando cosas. Mi hermanico, por Díos, dijo el tío José Miguel al entrar y vernos. ¡Vícen te queremos!, venía gritando Blanca por el pasillo. Cariño, que te queremos mucho, alcanzó a derrapar la tía Amparo. Y fueron entrando todos, todos con mucha prisa por despedirse, todos diciendo cosas.

Yo ni decía nada ni tenía prisa. Pero eso daba igual, porque de pronto, ya no respirabas.

Mamá y yo, y la abuela estábamos ahí a tu lado. A tu alrededor estaban tus hermanos, cuñados y sobrinos diciéndote que te querían.

Yo me quedé en uno de mis silencios, abrazada a ti sobre la cama. Todos lloraban, gotica a gotica, en puchero o cascada, escandalosamente o sin poder emitir sonido alguno. Abrazos. Tú ahí con nosotros.

Después vinieron a llevarte. Pero mamá dijo que no quería ver cómo te sacaban, así que nos salimos nosotras. Y te dejamos allí tumbadito. Ya sin vivir. Y esa fue la última vez que te vi.

Certificaron tu muerte el lunes, 14 de abril de 2008 a las 18.30h.

Ha pasado tanto y sé que tiene que pasar mucho más. Pero no me olvido. Y no sólo recuerdo días y momentos importantes. También los días y las cosas normales, que son los mejores.

Como una noche invernal de julio en Lima. El deshumidificador funcionando y la estufa encendida. Mamá con su mantita y tú a su lado con mi sudadera de Roosevelt puesta. Yo me abrigaba con mi chaqueta aquella zanguangona. Una noche de diario, de un día cualquiera, comentando los tres lo que habíamos hecho, a quién habíamos visto, mientras te tomabas un vinito y unos pipes y Soledad nos preparaba una crema de zapallo. Viendo El Francotirador de Jaime Baily en la tele, o cambiando de canal a TVE Internacional. Coquí metiéndose por detrás del sofá y corriendo las cortinas que dejaban ver, justo ahí, detrás de casa, preciosa, la huaca de Huallamarca iluminada.

Pero las vistas buenas estaban del ventanal hacia adentro. Allí estábamos nosotros, juntos.

¿Cómo se despide uno para siempre? ¿Con una promesa?

Que te queremos y te vamos a echar muchísimo de menos pero vamos a estar bien. Nos queremos todos, y vamos a seguir queriéndonos, estando juntos y unidos.

Bueno, ya no me apetece escribir más por hoy, Papi.

Seguiré hablándote aunque no me escuches. Es como seguir queriéndote aunque no estés.

sábado, 2 de abril de 2016

Para celebrarte

Pai, que faz?

Yo aquí estoy, tomando un cafecito escuchando salsa de fondo, como todos los sábados por la mañana. Las buenas costumbres hay que mantenerlas.

Vieja mesa tapiada de amor
Sienta mis recuerdos

¡Ah! ¿Y sabes qué? Esta semana ha estado aquí la Abuela, se ha quedado unos diícas con nosotras. Más bien. Ahora se han bajado mamá y ella a la peluquería.

Soñar despiertos, vivir lo nuestro
Volar tan lejos, como palomas libres como el viento

¿Y tú, en qué andas? Esta tarde nos juntaremos un montón porque hay bodorrio. Vienen los tíos de Albacete y creo que antes quedaremos para tomar unas cañitas, a medio día.

Yo que te conozco bien
Me atreveré a jurar que vas a regresar, que tocarás mi puerta

¿Cuántos cumplirías hoy? Siempre me haces lo mismo. Y ya no sé qué hacer para tenerte aquí. Esta mañana se me ha ocurrido que con los timbales y trompetas de tu idolatrado Marc… Pero aun así.

Se me sigue olvidando que no estás
Que tu amor ya más nunca volverá
Mas yo sigo soñando que vendrás…


sábado, 19 de marzo de 2016

Padre

Algo que eres y serás siempre aun sin estar
Cómo puede ser…
Cosas que no se entienden pero se sienten.

Siento mucho tu amor, tu guía.

Y siento que no estás
Tanto como siento que no estés.

Pero eres
Aunque no estés.

Podrías venirte hoy a comer.
En plan... sábado.


jueves, 31 de diciembre de 2015

Conociendo al tío Vicente

Con mi tío José Miguel me voy a tomar el café tempranito, no porque me guste madrugar, sino porque me gusta tomarme el café con él. Siempre está pendiente de que todos estemos bien y da muy buenos consejos. La tía Mariado nos ha enseñado a todos a no tener pereza, y que lo demos todo en lo que sea que nos pongamos a hacer. Si un fin de semana voy al pueblo y no están los primos no pasa nada, si están mis tíos… 

Con mis tías siempre puedo contar, y les cuento lo importante. Como aquella vez que cogí un tren aposta para darles una noticia. Mi tía Mari Carmen se echa todo a cuestas para evitarnos molestias a los demás y va siempre con sonrisa. El tío Luis me llama Bonica. Mi tía Isabel me regaña cuando sabe que algo lo puedo hacer mejor, y el tío Juan Carlos me guarda siempre la molleta de conejo con más chicha. 

Con el tío Javier los blues están más ricos, y entre risas en la mesa o entre bailes en la pista brindamos todos sus sobrinos por nuestro Chache. La tía Pepa siempre está dispuesta, y su rulo de queso ya es famoso entre los amigos de los primis. El tío Antonio es un súper anfitrión y me recibe siempre con pipes y algo más, me encanta cuando me cuenta cosas del espacio. La tía Amparo y yo nos entendemos por señas y siempre se gobierna alguno de mis anillos, es la tieta. 

En las comidas familiares me pido siempre el sitio al lado de mi tío José, que me cuida. Y mi tía Lidia se apunta a un bombardeo, sea cual sea la tontería que se nos ocurre cada vez. Con Dini fundamos el club de la personas interesantes y creamos a Alpamadi, regala experiencias. 

Mi tío Roberto siempre está ahí para lo que necesite, para cambiar una bombilla o actualizar el antivirus, para rellenarme la copa, pero sobre todo, está ahí para todo. Y mi tía Paloma es mi madre dos, que sufre por mi, se alegra por mi, hace el mejor cocido del mundo y se frena de bosarme el plato, por ser yo.

El tío Vicente no era mi tío, pero sí lo era de mis primos. Los más nuevos de la familia nunca sabrán si es verdad que era así, o será que exageramos…

Papá,

Creo que nadie más que tú siente no poder estar aquí. Al fin y al cabo, nosotros te echamos de menos pero estamos. Y disfrutamos de los peques. Un tío marca, y un tío como tú hace diferencia, aunque en este caso lo que marca sea tu ausencia.

Por eso el otro día Javier abría los ojos cuando le acercábamos a tu foto, hablándole del tío Vicente. Y por eso Celia en las fotos te reconoce sin conocerte.



Importa que sepan que eres su tío, aunque sólo sepan de ti a través de las palabras de otros. Y es importante que sepan que les quieres porque querías con locura a su madre, a su tía, a su abuela y a su bisabuela, y a todos los que les queremos a ellos.

Tendrán que creernos que eras así e imaginar al tío Vicente:

Que les pregunta si han dado un beso a la abuela
Que les monta en el Land y los lleva de excursión
Que les hace cosquillitas en la espalda
Que construye vallas con los palillos del Francisquillo
Y hace el ruido de un tapón descorchado con la boca
Que no se cansa de jugar
Que les toca villancicos del pueblo.

Que les pilla toda mentirijilla, y les ayuda a disimular
Que se ríe en vez de regañarles
Que les defiende y disculpa ante sus padres
Que les llama sin falta en cada cumpleaños
Que les pregunta cómo va todo, que quiere saberlo todo… y lo sabe todo
Que les motiva, les anima y les hace sentir importantes tal y como son
Que les explica que las cosas no son siempre como uno quiere
Pero les asegura que no pasa nada.

Que les mima y no sólo les permite sino que fomenta las peteterías…
Que les enseña
Que no deben renunciar a su personalidad por nadie
Que jamás se avergüencen de su familia
Que hay que apreciar otras culturas sin juzgarlas, conocerlas sin miedos ni prejuicios
Que hay que aportar
Que hay que ser generoso sin darse importancia a uno mismo.

Que les demuestra con el ejemplo…
Que todo se puede decir bien
Que hacer reír a una madre es lo mejor que hay
Que por la familia no se tira la toalla nunca
Que deben sentirse orgullosos de sus orígenes
Que nunca dejen de venir a Bienservida.


Sé que no soy muy elocuente de viva voz; lo mío son las letras y se me quedan cortas las palabras para decir lo mucho que quiero a mis tíos y lo importante que son en mi vida. No quiero imaginar que uno me falte, por eso quería hablarles un poco a los peques de uno en concreto, para que lo vayan conociendo: de su tío Vicente.